IN EXTENSO
Semíramis González Fernández
 http://semiramisenbabilonia.blogspot.com/

Peter Roehr, (1944-1968) es el padre teórico de esta exposición colectiva donde la repetición, que él mismo defendía, se convierte en la gran protagonista.
Pese a ser un artista casi desconocido en los circuitos actuales de arte, lo cierto es que Roehr, que murió de forma prematura a los 24 años, llegó a realizar más de 600 obras en diferentes formatos y soportes en casi cinco años, el período más fructífero en su producción, entre 1963 y 1967.
A menudo, se le ha comparado con Warhol o con Arman: con el primero por su utilización de elementos propios del mundo de la publicidad y con el segundo por sus acumulaciones y repeticiones del mismo motivo; pese a esto, cabe distinguir de estos dos que Roehr no buscaba una ironía pop en sus trabajos como Warhol ni tampoco una acumulación de objetos desechados con un fin estético; por el contrario, el artista alemán utilizaba una dimensión conceptual que plasmara una perpetuidad casi de tipo emocional.
De esta forma, los artistas que muestran sus trabajos ahora en el CMAE, en esta exposición en homenaje a Roehr, reflexionan sobre su versión conceptual y estética basada en la repetición como un modelo casi matemático y perfecto de alcanzar un estado superior.

La artista chilena Anamaría Briede Westermeyer (1971), licenciada en Artes Plásticas por la Universidad de Chile, ha expuesto sus obras en un gran número de exposiciones colectivas (Museo de Bellas Artes de Valparaíso, Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, entre otras) así como en exposiciones individuales (Museo de Arte Contemporáneo de Santiago, Galería Modigliani de Viña del Mar, por citar algunas).

En esta ocasión ha realizado una obra titulada “Escritura ciega” constituida por 25 láminas A4 donde una repetición de puntos integran un conjunto en el que la ecuación vacío-lleno integra cada lámina; basándose en la escritura Braille, donde el sentido táctil de las palabras confieren sentido a las mismas, Anamaría reproduce una serie de puntos a modos de frases, que en relieve,  y a través del contacto con la yema de los dedos, nos muestran un significado oculto a los ojos. Estos puntos, además, configuran una repetición seriada y ordenada de la imagen, a modo de las obras de Peter Roehr, donde la alineación de los puntos muestra ese reihung, una secuencia expresiva cargada de significado y donde el concepto de repetición transmite un valor implícito en ellos: las palabras captadas por quien no puede ver.
Es interesante este uso del sentido material y fenomenológico de los sentidos corporales; es peculiar que el protagonista sea el sentido del tacto, el más olvidado en la mayor parte de las obras actuales de arte, donde prima el oído o la vista. Esta pieza de Anamaría le confiere un muy especial sentido perceptivo a la propia apariencia y calidad de la obra.
A pesar de la aparente abstracción de las láminas, lo cierto es que los protagonistas de la composición son los códigos escritos a través del lenguaje Braille.
Tal y como el propio Roehr hacía, la repetición adquiere aquí un sentido trascendental, donde la supuesta no figuración muestra un vacío entre cada punto, siendo la propia página el fondo, y los puntos los protagonistas y figuras de la imagen, ordenados de manera seriada.
Existe, por tanto, un componente más allá de lo simplemente visual, que paradójicamente nos invita a cerrar los ojos y probar el sentido táctil de la pieza para entender la dimensión conceptual del reihung que plantea.

Encarnación Domingo, nacida en Salinas en 1949, ha recibido un gran número de premios (entre ellos el 1º Premio Museo Casa de la Moneda “25 aniversario de la Constitución” en Madrid en 2003), ha expuesto individualmente en la Sala de exposiciones BBVA en Oviedo o en la IV Feria de Arte Contemporáneo de Madrid y albergan obra suya el Davis Museum de Barcelona o Duran Colección particular de Madrid, entre otras.

Para esta exposición, Encarnación Domingo presenta “Unendlichkeit” (Infinito): una serie de 13 obras en soporte de aluminio donde utiliza pintura industrial para realizar una sucesión de líneas, que, como su título indica, se repiten al infinito.
Basándose en la concepción que Roehr tenía de su trabajo, e influido por la filosofía Zen (algo que también tomó Yves Klein para sus pinturas monocromas 1), la sucesión de un mismo motivo tenía en las obras un significado casi espiritual y trascendental, que trataba de conseguir un estado inmaterial superior.
En esta serie de obras de Encarnación Domingo, la línea y el color son los dos elementos fundamentales que constituyen las obras: por un lado, la seriación repetida de las líneas rectas y por otro, la importancia del color, que secuencialmente da forma a estas líneas, alternándose tonos más claros con otros más oscuros.
En general, las obras están formadas por tonos metálicos, grises y negros, aunque el blanco aparece también de forma reiterada y particularmente en una obra de la serie, el color granate es el dominante en la composición.
Son, por tanto, la línea y el color los dos componentes principales de la serie, articulándose de forma casi matemática y repitiéndose una y otra vez.
Las medidas de las obras, todas del mismo tamaño (35x45 cm.) son también un interesante mecanismo para aunar todas las imágenes.
En todo el conjunto se percibe la influencia de Roehr en el sentido insistente de los elementos que conforman las piezas, pero no se hace aquí uso del reihung de una forma arbitraria o caprichosa, sino que se reinterpreta la idea de eternidad, marcada en esa repetición expresiva.
Las líneas y los colores forman un conjunto que muestra un significado intrínseco y que conceptualmente está vinculado a la idea de continuidad espacial y mental de Roehr, desvinculando a los objetos de su función cotidiana y su interpretación individualista para darles un nuevo sentido.

María Álvarez Morán (Luanco, 1958) es Doctora en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y Graduada en Dibujo Publicitario por la Escuela de Artes Aplicadas de Oviedo; ha realizado un gran número de exposiciones colectivas (Galería Vértice, Galería Texu, Museum of modern and contemporary Art en Lieja, Bélgica, entre otras) además de exposiciones individuales (Museo Nicanor Piñole, Galería Guillermina Caicoya, Museo Evaristo Valle, por citar algunas).

Nos presenta una serie de obras en acuarela y acrílico de distinto tamaño donde el protagonismo lo tiene la línea, aplicada en horizontal y en vertical y acompañada de colores. El formato dominante es el cuadrado, aunque también encontramos el formato rectangular.
La línea, protagonista esencial de las piezas, se muestra como un elemento secuencial y reiterativo, y esta retícula nos remite a las obras realizadas por Agnes Martin, donde la meditación personal y el abandono del Yo en pos de dar a conocer una verdad revelada se convierten en el tema principal. Esto enlaza con las retículas del arte tántrico, convertidas en objeto para la conciencia interna y que expresan las emociones del espíritu.
La estructura holista, que adquiere el conjunto de las piezas, supone que las partes se supediten al conjunto y que el orden compositivo pase a un segundo plano, siendo el todo más importante que la parte. Precisamente esto es lo que María Álvarez Morán toma de la estética del reihung de Roehr, la repetición continuada que genera una intencionada inestabilidad en la jerarquía de las partes, que potencia la visión continua y totalizadora del conjunto de las piezas.
Sin embargo, y pese a este desequilibrio, el resultado es una superficie armónica, estable y plena, que, a través del rielado de la retícula lineal, transfiere un temblor sereno y perfecto, casi anímico, que consolida la sensación de estructura ordenada y holística de las piezas.
La retícula, ya usada por las Vanguardias, da sentido de comienzo a toda obra, es el grado cero en el arte2 , muestra la perpetuidad de lo eterno y el espíritu del creador, pero al mismo tiempo transmite sosiego al espectador.
Esta obra es, de todas las expuestas, quizá la más inmaterial e interior, tomando de Roehr un sentido más trascendental y metafísico, casi utópico podríamos decir, y se aleja del esteticismo de la repetición, en su sentido más mordaz, para darle un carácter enérgico y emocional.

 Angélica García (Oviedo, 1972) está licenciada en pintura y grabado por la Facultad de Bellas Artes de Madrid. Es la directora de la Galería de arte Amaga de Avilés desde el año 2000 y ha expuesto de manera colectiva en la Escuela de Arte de Oviedo o en la “Casa Duro” de Mieres, así  como individual en galerías como el Centro de Arte Revillagigedo o la Sala Borrón.

La obra escogida para exponer en el CMAE,  “en homenaje a Peter Roehr”, es un conjunto de 11 bastidores montados de forma superpuesta y generando una pieza individual (110x198 cm.). Cada bastidor es idéntico a otro, pero se sitúan en posiciones diferentes, algunos en horizontal, otros volteados y apoyados sobre el contiguo, otros superpuestos…de manera que todos, en conjunto, forman una pieza donde la pintura y la escultura se solicitan mutuamente, y donde la profundidad se muestra a través de bastidores que sostienen a otros.
Algunos componentes son muy interesantes en este trabajo de Angélica. Por un lado aparecen colores complementarios en cada arista del bastidor (naranjas-azules) y por otro, aparece el color violeta, color presente en muchos de sus trabajos de forma reiterada, y que aparece, al igual que el azul, intensamente marcado, saturado hasta adquirir casi una autonomía y un protagonismo frente a los otros.
En esta pieza son varias las influencias de Roehr: no sólo es el bastidor el que aparece repetido, sino que también los colores permanecen duplicados en cada uno de estos, aunque su posición cambie según la disposición del soporte.
Lo particular de esta obra es que interpela directamente al público y le obliga a moverse en torno a ella, ya que es este movimiento una parte esencial que hace que la visión del conjunto cambie según la posición desde donde se observe. Esta idea del espectador como elemento fundamental para completar el significado de la obra nos remite a las teorías de Merleau-Ponty3 , donde el Ser Humano no conoce sólo con la vista, sino que es imprescindible el cuerpo y su simetría, su axialidad: el cuerpo es primordial para interpretar el entorno y la obra, el espectador es un ser “activo” en cuanto a la pieza, algo que, para comprender el trabajo de Angélica, resulta esencial.

Benjamín Menéndez (Avilés, 1963) ha expuesto en varias exposiciones colectivas (Sala Borrón, Universidad de Oviedo, Galería Texu, entre otras) así como en exposiciones individuales (Galería Altamira, Museo Barjola, Galería Vértice…).

Para esta ocasión, nos propone “Inventario de la materia”, una obra que pertenece al proyecto “Caja de herramientas”. Se trata de una pieza donde aparecen 270 frascos de vidrio que contienen diversos materiales. Todos ellos se mantienen sobre varias estanterías, y aparecen cubiertos por un gran marco de madera y cristal en el frente y en el reverso.
Cada vidrio contiene diferentes materiales enfrentados conceptualmente y que plantean una reflexión en torno a la creación contemporánea y a la ecuación creación artesanal-creación industrial. En algunos de ellos, se recogen restos de fundición, además de otros materiales de procedencia fabril, es decir, creados por el hombre desde el principio del siglo XIX. Por el contrario, estos elementos se contraponen a restos naturales recogidos por el artista, tanto orgánicos como inorgánicos (plantas, animales y minerales), que él mismo ha convertido en inventario de la naturaleza.
“Inventario de la materia” propone una reflexión acerca de la dialéctica entre materia natural e industrial, algo que desemboca en naturaleza vs. artificio, una cuestión tratada ya desde la filosofía platónica y aristotélica, donde se planteaba si la naturaleza era, o no, el modelo a seguir en el arte, y por tanto, la mímesis como proceso creativo idóneo.
En el arte contemporáneo y actual, desde la Revolución Industrial, algo que se plasma en esta pieza de Benjamín Menéndez, se ha planteado la disyuntiva entre lo original y lo procesado mecánicamente, estando, a veces, ambos procesos enfrentados, lo que ya planteaba Walter Benjamin al referirse a que la autenticidad pierde su significado conceptual cuando nos acercamos a aquellos métodos que son substancialmente múltiples4 .
Además, esta pieza conecta también con los cambios sociales y especialmente en el medio ambiente que ha sufrido la naturaleza desde el auge de la industrialización, con la destrucción completa de ecosistemas o la extinción de especies animales. “Inventario de la materia” nos propone reflexionar sobre cómo se ha utilizado de forma incorrecta el avance tecnológico a favor del beneficio económico humano. Esta obra nos muestra, no solo un contraste evidente de la realidad, sino también la posible viabilidad de la convivencia entre ambas.

César Naves (Oviedo, 1966) es técnico de Edición y Fotografía digital y Diplomado en Enfermería por la Universidad de Oviedo. Ha participado en la exposición “Converxencies – Konbergentziak” de intercambio artístico Asturias-Euskadi, así como en las Primeras Jornadas de Arte y Reciclaje, organizadas por el Colectivo Interferencias y es miembro fundador de AXIAL junto a Jaime Rodríguez. Actualmente se forma artísticamente en la Asociación Artística MARBAS.

Para este homenaje, el propio César Naves, manifiesta que le sorprendió de Roehr la profusión de obras que realizó en tan poco tiempo, durante su período más creativo, entre 1963 y 1967; además del uso de objetos cotidianos que adquieren un nuevo significado a través del reihung, con una nueva dimensión estética y conceptual.
Durante el desarrollo de su trabajo y reflexión creativa, Naves comenzó a buscar esos objetos en lo cotidiano, consiguiendo en primer lugar una fotografía que evolucionó hacia 7 piezas de infografía a las que añadió acompañamiento sonoro, generando una composición videoartística donde la protagonista, en todos los formatos y soportes, es la repetición.
Con un fondo negro y una sucesión de líneas en colores cálidos que descienden vertical pero ligeramente oblicuas, César Naves aplica la disposición en serie de Roehr, proporcionándole, a su vez , un carácter  crítico, denunciando las sociedades donde la colectividad se impone por encima del individuo, censurando sus rasgos particulares. Esta reflexión es el resultado de observar cómo en este proceso creativo se parte de una única fotografía original para desembocar en varias piezas automatizadas, y que, sin embargo, adquieren  mayor relevancia en la colectividad.
Esta idea de aplicar las teorías de Roehr a lo social nos muestra cómo puede interpretarse desde distintos enfoques unas obras que, a simple vista, sólo representan una clonación esteticista, pero por el contrario,  están cargadas de una base analítica y crítica. Precisamente Roehr buscaba con sus repeticiones generar sensaciones emocionales e inesperadas en el espectador que contemplara su obra, consiguiendo, con esas reincidencias del mismo sonido o imagen, manifestar parte de la crueldad que alimentaba el sistema capitalista (por ello utilizaba elementos banales como una mujer secándose el cabello, o la repetición de un sonido estridente de un spot publicitario). César Naves se inspira en esta dimensión más juiciosa y analítica de Roehr con la sociedad de masas para plasmar igualmente un reihung crítico con el sistema.

El artista multidisciplinar Jaime Rodríguez (Oviedo, 1968), además de ser el comisario de esta exposición, participa como artista y performer; está Doctorado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo y además de realizar un importante número de exposiciones colectivas (Museo Barjola, LABoral Centro de Arte, Galería Vértice, entre otras) también ha expuesto de manera individual (Sala LAi, Universidad de Oviedo o la Sala Leonidas Emilfork de Chile).

En este homenaje a Peter Roehr en el CMAE, Jaime expone un políptico “Im neuen design” y un díptico Bewärhrte Qualität.

Jaime Rodríguez nos presenta su conjunto codec series “Im neuen design”, un políptico de cinco piezas de tinta sobre tela y bastidor de 30x42 cm. En ellas, sobre un fondo blanco se repiten secuencialmente una serie de palabras y números ondulantes en color negro, organizados compositivamente en tres columnas. Estos signos son tomados de la propia red, donde se utilizan para demostrar que el usuario es una persona y no una máquina. En este caso las imágenes se han extrapolado, de manera reflexiva, de su función original y se han colocado sobre un soporte clásico (tela y bastidor), alcanzando la categoría de obras de arte actuales que manifiestan el uso presente y tratan de recordarse y perpetuarse por encima de los cambios (especialmente frecuentes en la red) hacia el futuro.

El díptico Bewärhrte Qualität está formado por dos piezas: por un lado, una imagen de la madre del artista que se repite continuamente y manifiesta su condición sentimental a través de la reiteración de las sílabas “ma-ma” en la obra, y junto a esta, una pieza que repite insistentemente la palabra “original”. Estos aspectos unidos, estas dos obras en conjunto, adquieren un valor específico y conceptual único, que es capaz de mostrar al espectador quién es la protagonista de la imagen, el vínculo que se establece entre ésta y el propio artista, y además, acompañada la pieza de “ma-ma” de la obra “original”, se cuestiona y se plantea una reflexión en torno a la idea de singularidad que adquiere cualquier madre para cualquier hijo, el paradigma constante de madre no hay más que una.

Jaime también expone “pa-pa”, donde hace uso de una fotografía de su padre tomada en 1953, durante la realización de una performance para convertirla, a través de la serigrafía, en una obra conectada personal y artísticamente con la herencia creativa de su padre y el reihung de Peter Roehr.
En esta pieza el protagonista de la escena es el personaje masculino, que destaca por aparecer cubierto con un manto blanco y llevar la cabeza también envuelta en una tela blanca, mientras permanece estático en el centro de un pasillo, con dos personajes más al fondo. Jaime Rodríguez ha añadido a la fotografía original, ampliada a través de la serigrafía, la repetición en impresión digital de la sílaba “pa” en la parte inferior de la imagen. Esta reiteración que da nombre a la pieza comunica directamente con el sentido afectivo de la relación paterno filial, siendo el padre la influencia primordial para el desarrollo artístico del hijo; además, esta sílaba “pa” es particularmente interesante al ser la primera que pronuncia un niño en su desarrollo cognoscitivo y al comienzo del uso del lenguaje, convirtiéndose entonces, en una repetición “involuntaria” del niño, pero cargada de significado conceptual y sentimental (podríamos casi considerarla un mot trouvé, como un “readymade lingüístico” natural e inocente).
Esta pieza funciona no sólo como homenaje con doble vertiente (al padre y a Roehr, en la repetición seriada de la misma sílaba) sino que además se acompaña de una performance que Jaime Rodríguez realizará durante la inauguración de la exposición.
La concepción emotiva de esta pieza, junto a la de “ma-ma” la convierte en una de las más interesantes, precisamente al combinar perfectamente ambas ideas y estando acorde a la noción de reihung de Roehr a la vez que manifiesta una esfera más privada de la propia creación y desarrollo artístico de Jaime. Una reflexión donde se mezclan los sentimientos que han influido no sólo en lo personal sino en lo artístico al propio artista, conjugando la sensibilidad familiar y privada con la estética de la repetición de Roehr; al fin y al cabo, es otra muestra de cómo interpretar el reihung con un sentido más allá de lo puramente exterior y material, dándole un significado sustancial e íntimo.

Elisa Torreira (Avilés, 1961) ha expuesto en diversas exposiciones colectivas (Galería Amaga, Museo Barjola, Galeria de Antiga Casa da Capitania en Portugal…) así como individuales (Sala de Arte Alfara en Oviedo, Museo Antón en Candás o la “Casa Duro” de Mieres, entre otros).

En esta ocasión, ha escogido dos instalaciones para exponer en este homenaje a Peter Roehr: por un lado, utiliza recipientes de vidrio en parejas, con poemas, y por otro, piezas en metacrilato con estampaciones en su interior; Elisa Torreira expondrá también otra instalación, en la que incluye una serie de poemas creados especialmente para esta exposición.
La serie de frascos de vidrio destacan por llevar grabados unos versos y en su interior un pétalo rojo, y los metacrilatos, al igual que el vidrio, hacen que contraste la pulida transparencia con las palabras escritas encima. En ambos casos, se trata de obras que se exponen en parejas, repitiendo, en algunas, un mismo par de sílabas, “tic-tac”, y reiterando, en todos los casos, la serie numérica “dos, dos, dos…”. Esto genera un orden ante el aparente desconcierto de reunir piezas en distintos formatos.
En sus trabajos, y esto enlaza con la serie de poemas que expondrá, Elisa Torreira busca verbalizar el objeto artístico: aunando su labor como poeta y artista, tratar de combinar ambas manifestaciones, obteniendo como resultado piezas en las que están presentes la poesía, que ella misma crea, y la plástica, en un ut pictura poesis actual.
El concepto acuñado por Roehr se aplica aquí con una intención objetual, dando énfasis a la repetición, como idea con la que se concibe todo el conjunto.
En el caso de las piezas de metacrilato, es evidente la insistencia de las sílabas “tic-tac”, definidos por la artista como juegos verbales. En algunas de las obras, aparecen frases que señalan el componente más visual de una poesía de carácter conceptual, que Elisa vincula a su creación plástica.
Podríamos decir que estas obras son la parte más sensorial del término reihung acuñado por Roehr. No hay aquí una crítica social o económica, no hay una ironía ácida hacia la publicidad y el consumo: se toma la parte más lírica de su estética con un fin artístico.

Javier Valles (Oviedo, 1970) es técnico en Artes Plásticas y Diseño en la especialidad de Arquitectura de Interiores. Ha participado en varias exposiciones colectivas (Campus de Humanidades de la Universidad de Oviedo o la Casa de Cultura de Pola de Siero) e individuales (Sala Borrón, Escuela de Arte de Oviedo, Galería Texu o la Casa de Cultura de Langreo) así como proyectos de investigación de escultura desarrollados en Nueva York e Irlanda.

Javier Valles propone varias piezas: 4 cajas  de aluminio con papel, plástico e hilo en su interior, con medidas 250x250x150 mms. y 15 hierbas de gres cerámico en diferentes tamaños hasta un máximo de  90x8 Ø mms.
Como ocurre con otros trabajos suyos, vuelve a fijarse en el postminimalismo, que trata de enfatizar en sus trabajos: percibir aquello que pasa inadvertido a los ojos del espectador y que, sin embargo, está cargado de un simbolismo particular y especial; es precisamente esto lo que inspiró a Javier del artista homenajeado: la impresión inicial y personal de cada espectador hacia cada objeto descontextualizado, y que, repetido de forma continuada, se convierte en el interés principal y se registra estéticamente en la mente del público.
Esto genera una sensación particular que, a los ojos de cada uno, y según su filtro personal, transmite emociones distintas; el elemento concreto y singular que configura el contexto, convierte al todo en algo cargado conceptualmente de significado y fuerza, que conserva, sin embargo, la importancia del objeto individual.
En el interior de las cajas de aluminio, encontramos la superposición de varias formas en papel y de distintos colores, todos con un fondo negro; estos colores contrastan unos con otros, apareciendo el naranja frente al azul, y bajo el azul, el blanco. Junto a las cajas de aluminio se sitúan, de forma perpendicular a la pared e invadiendo parte del espacio del espectador, las hierbas de cerámica, de diferentes tamaños, y que aportan, en relación al frío aluminio, una sensación de calidez y delicadeza, una naturaleza inherente pero al mismo tiempo viva, que nace y crece de la propia obra, como un ente lleno de vida.
Esta impresión ilusoria es, no obstante, una percepción cercana a las reflexiones que el autor realiza desde el comienzo de su trayectoria creativa en 1998: diversidad de materiales que transmitan la importancia de aquello que consideramos insignificante pero que conectan al Ser Humano con la Naturaleza, Javier Valles imagina estos mundos silentes para vincular lo onírico y lo real a través de piezas donde ambos elementos se confunden.
La influencia de Roehr se manifiesta en la seriación que busca descontextualizar los objetos a través de la reiteración, darles un protagonismo y un significado particular constante e imperecedero, que no sólo no se pierde en el todo, sino que ayuda a reforzar el conjunto.

Alberto Valverde  (Madrid, 1967) es profesor en la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra, ha expuesto individualmente en la Galería Texu de Oviedo, así como colectivamente en Laboral Centro de Arte y Creación Industrial, en la Sala LAi de Gijón, en XXXI Bienal de Pontevedra, entre otras, y ha sido premiado con el Primer premio en la XI Mostra Internacional Gas Natural Fenosa, Museo de Arte Contemporaneo Unión Fenosa (MACUF).

Para esta exposición ha elegido una videoescultura, “Sintonización repetitiva”, donde reflexiona conceptualmente sobre la noción caos-orden,basándose en la relación entre comunicación digital y analógica, muy presente en la sociedad tecnológica actual.
En un tarro de vidrio encontramos la acumulación de tornillos de distintas formas y tamaños, pero todos similares aparentemente, y que se disponen en un simulado caos; en el interior también se sitúa el vídeo, donde se reproduce insistentemente la imagen de una tuerca, complemento de los propios tornillos.
Más allá de esta relación plástica entre los objetos, Alberto Valverde profundiza en la teoría acerca del orden y el caos, considerando a este último no un estado negativo y contrario al primero, sino una variación de éste: esta interesante reflexión nos retrotrae a las teorías clásicas de la antigua Grecia, donde el Orden y el Caos eran dos elementos extremos pero indispensables en la organización y creación del mundo (el Demiurgo de Platón5   y la idea aristotélica de que el caos dependía del orden, y viceversa).
En esta obra de Alberto Valverde se utilizan las dos imágenes actuales de un objeto: el propio objeto físico y una representación en formato digital, medios ambos muy presentes en la realidad tecnológica actual.
A través de la acumulación de objetos similares descubrimos una conexión con la obra de Arman, intentando a través de la acumulación de objetos generar emociones en el espectador y conceptualmente establecer un orden nuevo que convirtiese a cada objeto individual en algo único y adquiriera así la condición de arte.
Esta conjunción entre lo plástico, ayudándose se la repetición propia de Roehr, y la reflexión en torno al caos como un sector integrante del orden, muestra en la obra de Alberto Valverde una idea conectada con la sociedad actual, donde la tecnología define activamente la configuración visual de los objetos reales, especialmente a través del medio digital.
En “Sintonización repetitiva” el dispositivo digital sustituye a los objetos reales pero ausentes, en este caso la tuerca, complemento de los elementos físicos de la obra, los tornillos. En esta representación digital todos los fotogramas repiten la misma imagen sin cambios aparentes. La repetición se convierte en la estética central que configura tanto la fotografía digital como los objetos físicos utilizados en esta pieza.

Luis Suárez Lanzas (Oviedo, 1954)  ha realizado varias exposiciones colectivas en la Chapelle des Francisçains de Saint Nazaire en Francia, en la Sala de exposiciones del Banco Herrero de Oviedo o en la Galería Texu, entre otras. De manera individual también ha expuesto en la Sala Dasto en Oviedo,  en el Centro de Arte Cajastur Teatro Campoamor y en la Galería Octógono de Avilés.

Nos presenta aquí una obra muy especial: en “La plaza” Luis muestra una pieza de video-animación con la Plaza de la Revolución de La Habana como escenario central y repetido. El movimiento de cámara, en continuo giro rotatorio, convierte al espectador en una especie de bailarín que gira, un derviche que se mueve en torno a la plaza, acompañado de una melodía hipnótica que parece transportarle fuera del espacio expositivo.
Al igual que los derviches giróvagos musulmanes el movimiento de la imagen convierte al observador en el protagonista de una acción mística y espiritual. Esta práctica, al igual que la oriental, adquiere un significado ascético, que a través del movimiento nos impide centrar la vista en un único objeto individual: el todo adquiere protagonismo frente a la parte.

La repetición y la estética del reihung de Roehr se manifiestan aquí a través de la saturación de un mismo motivo, reiterado, que consigue abstraernos hasta el punto de generarnos duda de dónde estamos y qué estamos viendo: la multiplicación es un preámbulo a la pérdida. Las fotografías se superponen como un puzzle en el que todas incitan a que el conjunto sea el protagonista, consiguiendo que ningún motivo individual tenga mayor intensidad que otro.
El color amarillento, la silueta oscura de los edificios…todo el conjunto nos parece una utópica ciudad renacentista perfecta y matemática, al modo de las que realizaban Il Perugino o Giorgio de Chirico en el arte contemporáneo, donde la perspectiva sirve para acentuar la sensación de confusión y casi hipnosis, que refuerza el acompañamiento musical de la imagen.
Los edificios y el fondo arquitectónico son los elementos integrantes de un paisaje metafísico y trascendental, cargado de un simbolismo onírico.

Fiumfoto es un colectivo centrado en la videocreación que además comisarían y producen festivales como Arenas Movedizas y el L.E.V Festival (desde el Colectivo Datatrón). Entre algunas de sus creaciones podemos destacar "Cabina de transformación 3", una videocreación que ha sido Ganadora del  Premio Astragal 2003,  su participación en ARCO en su inauguración en 2006, la instalación “Biladuna” en Espacio Líquido (Gijón) o “Y entre sus pies y la tierra se abre un abismo”, una exposición individual en la Galería Texu de Oviedo.

Para esta ocasión y en homenaje a Peter Roehr, presentan una pieza, “The End”, que toma de este su interés por lo publicitario y lo televisivo, en especial el apropiacionismo de elementos sonoros y visuales tanto de noticias como de publicidad o programas de televisión que extraía de su contexto y recomponía después, dándoles un sentido nuevo e incluso crítico, con un significado totalmente alejado de su función original.
Las imágenes utilizadas por Fiumfoto, al igual que el procedimiento creativo de Roehr, muestran diferentes fotogramas de películas donde se superponen unos y otros en una aparente aleatoriedad, pero que contienen un profundo sentido en su configuración. Destacan los primerísimos planos de varios personajes y sus miradas, acompañados de subtítulos con un tono íntimo y entrañable.

Esto nos recuerda también a las creaciones de videoarte que ya trabajaron otros artistas como Bill Viola, cuando planteaba que la manipulación de los elementos audiovisuales es parte del proceso perceptivo humano, al igual que ocurre en nuestro pensamiento, y que su recolocación y reintegración supone un cambio trascendente en la propia obra de video, que se transforma en una obra cargada de un significado simbólico, una experiencia interior y una conexión con el subconsciente. Al igual que Viola, Dara Birnbaum toma elementos audiovisuales propios del mundo de la televisión pero con un sentido más analítico, utilizando sus iconos como un manifiesto de los contenidos sexistas implícitos en muchas películas y anuncios publicitarios, consiguiendo a través de la deconstrucción de estos fragmentos  unas piezas cargadas de argumentos críticos.
Al igual que ellos, Roehr tomaba también la imagen televisiva y cinematográfica como un elemento más con el que desafiar el propio medio plástico y conseguir un nuevo sentido más trascendental y estético, con un sentido conceptual que derivase en nuevas percepciones por parte del espectador.

Isabel Cuadrado (Oviedo, 1965) está Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid. Además de un gran número de exposiciones colectivas (30 Aniversario Frans Masereel Centrumen, Bélgica en 2003, en la Galería Ángeles Baños en ARTESANTANDER en 2007, o más recientemente en Arte contemporáneo asturiano en los fondos del Museo de Bellas Artes de Asturias: Artistas nacidos en las décadas de 1960, 1970 y 1980 en el Museo Barjola de Gijón en 2011 y la exposición de 2010 Migraciones pictóricas*. Sala Banco Herrero, Oviedo. También ha expuesto de manera individual en la Galería Vértice de Oviedo o en Espacio Líquido en Gijón. Este año cabe destacar su participación en la "residencia de artistas" de Fiskars, Finlandia y la exposición individual Medidas temporales en la Galería Vértice, Oviedo.

En este homenaje a Peter Roehr, “In extenso”, Isabel nos propone “Tránsitos”, una pieza realizada con serigrafía sobre papel, encolado a la pared, y lana, donde reflexiona sobre el concepto de seriación.
Ella misma argumenta que las series siempre han estado presentes en su vida, en relación a su trabajo en las artes gráficas, pero que, sin embargo, busca con la repetición continuada de un mismo motivo extraer algo particular e individual que adquiera entidad propia y se considere autónomo del objeto madre.
Para ella, la estética del reihung de Roehr se manifiesta en la serie casi bidimensional de pequeño hilos de lana sobre el papel, que transmiten una sensación de planitud que, no obstante, contrasta con los ovillos de lana en donde desembocan, que se encuentran perfectamente delimitados y generan una sensación de tres dimensiones.
Existe, en estas formas onduladas y lineales de Isabel García, un trasfondo mucho más profundo, yo diría que casi místico, una especie de laberinto donde más que perderse, uno debe encontrar.
El valor decorativo, que adquieren, igualmente, estas formas sinuosas, supone un sentido plástico y visual que nos recuerda al entramado de algunas obras del movimiento Support-Surface de finales de los 60, en los que el color y la forma se convierten en los protagonistas; en este trabajo de Isabel García, por el contrario, sí que existe un sentido más expresivo y con un valor comunicativo, pero en su manifestación plástica, la forma es un elemento protagonista también. La especificidad de la pieza y la materialidad del soporte se combinan para crear una relación dinámica con el espacio; tanto los ovillos de lana como las formas ondulantes mantienen un diálogo entre sí y con el entorno, contrastando el color del propio material con el fondo blanco del espacio.
Esta pieza de Isabel García utiliza la estética del reihung de Roehr con un sentido más plástico y euclidiano, geométrico, laberíntico…combinando una materialidad y color propios, es decir, pura fenomenología perceptiva con un sentido sustancial interno, no sabiendo si el hilo de lana sale del ovillo o es éste quien recoge la hebra de lana.

Marta Fermín (Oviedo, 1973) es graduada superior en grabado, técnicas de estampación y edición de arte. Como exposiciones colectivas podemos señalar las realizadas en la Galería Vértice de Oviedo, en la Galería Texu o en el Palacio Revillagigedo de Gijón. Colectivamente, ha expuesto en la Escuela de Arte de Oviedo, en la Galería Remele de Giesen en Alemania o en la Galería Vértice.

Oliver Montesinos, licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca, ha expuesto colectivamente en la sala Spai de Barcelona, en el Antiguo Instituto de Gijón o en la Galería Alfara de Oviedo. Como artista individual también ha expuesto en la “Casa Duro” de Mieres y albergan obra suya instituciones como Bilboarte, la Galería Texu o la Facultad de Bellas Artes de Salamanca.

Juntos exponen, en esta ocasión, varias piezas que se inspiran directamente en la versión del reihung de Roehr basada en la memoria y su permanencia.
Todas las obras recogen, en un motivo seriado y repetido, distintos momentos de la creación de estas mismas por ambos artistas en su estudio. La finalidad de estas piezas es mostrar que la función de almacenaje y retención de recuerdos en la memoria puede verse alterada por cualquier cambio, ya sea físico o mental.
A través de distintos espacios y momentos, los propios artistas retratan escenas diferentes que, repetidas y descontextualizadas, congelan el momento de la ejecución pero quedan vacías de su sentido original, no permitiendo al espectador reconocer uno u otro espacio ambiental.
El resultado material de las obras son imágenes cargadas de un simbolismo casi onírico, donde se confunden unas figuras con otras o incluso generan nuevas siluetas sin forma definida.
Conceptualmente, están cargadas de un sentido sentimental, siendo la memoria uno de los temas más interesantes en la historia del arte precisamente por su capacidad de constituirnos como personas o de vaciarnos de significado.
La memoria, que tanto interesó a Dalí, a Bill Viola, o que incluso en la actualidad se ha cargado de un significado político, tiene en todos los casos, por muy dispares que sean las situaciones, el valor de instituir a los pueblos y a las personas, de convertirlas en algo integrado por su pasado y sus recuerdos, o dejar un vacío existencial completo.
Este sentido de la importancia y el valor del recuerdo, del conocimiento de uno mismo y de su pasado, se plasma aquí a través de una repetición seriada en varias fotografías, con los propios artistas como protagonistas de las mismas, ¿buscan descontextualizar y exponer el hecho de haber creado esa teatralidad en cada imagen, o acaso son ellos los que tratan de perpetuarse en el recuerdo de todos los espectadores?



1 Arnaldo, Javier: Yves Klein. Editorial Nerea, Guipúzcoa, 2000.

2 Krauus, Rosalind: La originalidad de la Vanguardia y otros mitos modernos, Alianza Forma.

3 Merleau-Ponty, Maurice: Fenomenología de la percepción.

4 Benjamin, Walter: La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.

5 Platón: Timeo.

patrocinador:
Ayuntamiento de Avilés

Semíramis González Fernández ©2011